Page 478 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        que decidieron colocarse el implante coclear. Estos estudios, aunados a la posición
        de Hilda, sugieren que para funcionar en sociedad es preciso no sólo aprender el
        idioma dominante, sino someterse previamente a una cirugía.


               Empero, si la lengua de señas quedase dispuesta exclusivamente para el uso
        de la reproducción de la vida comunitaria, se corre el peligro de la guetificación. Si
        esta interpretación fuese correcta, siguen ejecutándose relaciones culturales de poder
        mientras no haya condiciones para desarrollarse en la sociedad mayoritaria a través
        de la lengua de señas y sean las personas sordas junto a sus familias las que deban de
        asumir las facturas de la desigualdad social y cultural. Hilda demuestra que aceptar
        el implante coclear no significa renunciar a una identidad, lengua y socialización co-
        munitaria. Desde esta perspectiva, el problema no sería el audismo interiorizado. El
        problema, reitero, es cómo el sujeto se debe adecuar a la mayoría dominante.

               Los debates sobre el implante coclear revelan un conjunto de perspectivas
        duales y contrapuestas: escuchar y hablar o ser sordo; cultura frente a tecnologías
        de normalización; apertura al sujeto señante o primacía de la sociedad oyente-oral;
        lengua para la comunidad y lengua para funcionar en la sociedad; adultocentrismo e
        infancia. En cuanto a la primera dualidad, debe reafirmarse el hecho de que el implan-
        te no es funcional a todos los sordos. Incluso alcanzar a oír sonidos no es igual a es-
        cuchar, es decir, descifrar la información sonora y adjudicarle un sentido o significado
        socialmente compartido. En última instancia, alcanzar a escuchar no necesariamente
        significa aprender a oralizar, que es quizá la finalidad principal del implante coclear.

               En este sentido, la implantación coclear es un acto no sólo adultocéntrico e
        individualizado, sino también egoísta: ya sea que opere bajo discursos científicos
        como los descritos (la importancia de los primeros años de vida en la adquisición
        lingüística), emocionales (la idea de darles la oportunidad de escuchar la belleza de
        nuestro mundo sonoro) y morales (que aprendan las reglas de convivencia sociali-
        zadas de manera oral), forjar a un sujeto a nuestra imagen y semejanza (auditiva)
        tiene como finalidad primordial que hable de modo oral. 222  La audición es subje-

        222   La dimensión emocional también se vislumbra en la publicidad y en los nombres de las instituciones que se dedican a
             promover los implantes cocleares. Un ejemplo es la fundación que lleva por nombre «Ama oír». Además de ensalzar el
             afecto por la audición, estas instituciones ocupan nombres categóricos y prescriptivos, no sólo acerca de la audición,
             sino también del habla como sucede con la asociación civil cuyo nombre es «Oirá y hablará». En cuanto al plano moral,
             diversas investigaciones se han dado a la tarea de estudiar la sedimentación de actitudes y comportamientos entre
             sordos, destacándose por ser antisociales (Hao y Wu, 2019), poco amables (Ashraf, Rabia y Ahmed, 2022), presentar
             dificultades para aprender normas sociales que circulan y se aprenden por medio de la oralidad y la escucha (Nattet,
             et al., 2015), identificar el papel de la palabra oral en la creación de sistemas de valores y juicios (Montiegel, 2021) o
             examinar las dificultades de acceso a la formación de juicios morales (Hatem, 2011). El problema con algunas de estas


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