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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
Cuando la persona regresó a su lugar, el panelista señaló que la voz, las señas
y la lectoescritura, todas son formas de comunicación válidas que están al mismo
nivel. Hasta este momento todo se había comunicado en señas, luego expresó que
utilizaría la voz y emitió el siguiente mensaje:
Yo estaba más acostumbrado a utilizar la voz, creo que podemos utilizarla. Quiero que quede
como una muestra para aquellos sordos que están aquí presentes, que puedan motivar a otros
sordos que no está mal hablar, que pueden aprender de todo: señas, leer, escribir… (Panelista).
Recordó que Huet, el distinguido profesor de sordos del siglo XIX en la Ciu-
dad de México, no estaba en contra de acceder a todas estas formas de comunica-
ción oral, escrita y en señas. Concluyó esta parte de su intervención expresando que
no se sentía superior por utilizar su voz: «todos somos iguales». Alguien más del
público mencionó que a los sordos se les ha dicho que no pueden hablar, no tienen
voz, aunque es falso; algunos muestran más aptitud para hablar que otros. Desde el
siglo XIX, cuando Huet vivía, se habían dado cuenta de que los sordos no son mudos;
«los sordos pueden gritar, usar la voz», afirmó quien participó.
La conversación parecía colocarse en por lo menos cuatro niveles de dis-
cusión entrelazados. Primero, al preguntar el panelista si a las personas sordas les
gustaba usar la voz, el tema se dirigió a una cuestión estética. Segundo, cuando en-
seguida preguntó que, si estaba mal usar la voz, de fondo sugería que se trata de
un asunto moral y político. Tercero, cuando alguien del público respondió que a los
sordos se les había hecho creer que no tienen voz, la persona trajo a la mesa el viejo
mito de la sordomudez. Sin que el panelista omitiera esta añeja discusión, considero
que con la pregunta de, si está mal usar la voz, pretendía insertar la discusión sobre
la capacidad política de autodeterminación sobre cómo deciden las personas sor-
das comunicarse. El panelista no dudaba de la voz fisiológica de los sordos; ponía
a discusión no sólo la posibilidad del uso de la voz, sino también su utilización en
eventos públicos. Cuarto, no menos importante, en la discusión se hizo equiparable
«hablar» únicamente con usar la voz, no con las señas. Se trata de una distinción
que es común cuando se alude a la lengua de señas y al idioma oral, como se seguirá
apreciando en los siguientes párrafos.
A los pocos días del evento, en una convivencia acompañada de comida y
bebidas, se habló justamente del evento de la Biblioteca Vasconcelos. Una de las
personas afirmaba que efectivamente los sordos pueden «hablar» refiriéndose a la
habilitación orgánica de la voz, aunque alguien más entendió que se estaba refirien-
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