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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
Yo respeto a las personas que oralizan, es su vida, así se educaron, así crecieron como los sordos
que aprendieron señas desde chicos, pero hay una cosa: los sordos que oralizan para un debate
político no, no, eso no nos conviene. Se pierde la imagen porque nosotros estamos exigiendo la
lengua de señas como derecho, la defensa de la lengua de señas y pues si el sordo está hablando,
está oralizando, pues eso no nos conviene. A lo mejor en su vida, en su trabajo, con su familia,
con sus amigos, ellos están acostumbrados a oralizar, pero para algún debate político con algún
diputado, algún senador o algún gobernador incluso, pues no, no, se pierde la imagen que nosotros
estamos defendiendo (Alondra).
Diversas organizaciones están luchando para que se reconozca la lengua de se-
ñas como la lengua materna de las personas sordas y que sea esta con la que se instruyan
desde los niveles básicos de educación. Para dicha tarea, las organizaciones citadas lle-
van varios años participando en distintos foros, algunos organizados por los diferentes
niveles y áreas del gobierno. De ahí que se pida utilizar únicamente LSM en los discur-
sos, de lo contrario se entendería como una contradicción: se presentan hablando con
voz, pero exigen LSM. Bechter capta esta ambivalencia e indica que aun cuando acudir al
idioma oral (él se refiere al inglés) pudiese resultar crucial para el discurso de personas
sordas en la esfera pública, no es más crucial que el expresarse en lengua de señas.
Bechter niega que se deba comunicar de manera oral porque se piense que
«después de todo, es un mundo oyente» o, agrego, porque se crea que sería una me-
jor manera de transmitir el mensaje y de convencer a la «audiencia». Sin embargo,
es preciso indicar que la idea de que hay a quienes no les conviene que otros sordos
hablen con la voz y que es una forma de ejercer control desde quienes no la poseen,
no contradice la otra idea de que, al presentarse hablando en lengua de señas, se
busque que dicho idioma adquiera legitimidad.
Para agravar más los dilemas, algunas personas me comentaron que incluso
sordos que se oponen al uso de la voz en público, en determinadas situaciones la
llegan a reproducir. 226 En mi experiencia, efectivamente, hay quienes articulan la
voz en mayor o menor medida, aunque no supe si precisamente forman parte de
quienes se oponían a su utilización en el espacio público. En todo caso, consideré
que esta situación podría ser un resquicio o secuela de la fuerza que ha tenido el
oralismo y de la presión que muchas veces se sigue generando sobre las personas
para que lean los labios y se expresen por medio de la voz.
226 Tucker (1998) enfatiza que muchos líderes sordos saben Lengua de Señas Americana (ASL) y hablar (con la voz) un
inglés «perfecto». No obstante, en su discurso pretenden negar a las nuevas generaciones el acceso a la lengua oral;
una lengua de la que ellos mismos se han servido y que, según Tucker, les permitió convertirse en líderes. En México,
sin embargo, este fenómeno no es precisamente así.
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