Page 485 - Más allá de la razón oyente digital digital
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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
Sin embargo, la voz política de los sordos no implica que la voz fisiológica
haya desaparecido. La voz política y la voz orgánica, esta segunda como resultado de
las prácticas de oralización, se entrelazan en un álgido debate desplegado al interior
de la comunidad Sorda; ¿qué perspectivas y posiciones suscitan estas presencias
encontradas? Para analizar los vínculos entre ambas formas de la voz, ofrezco discu-
tir; 1) el carácter estético de la voz y sus vicisitudes; 2) las conflictividades sobre el
uso de la voz en la socialización cotidiana y; 3) la regulación colectiva sobre los usos
públicos y privados de la voz.
En mi opinión, el estudio de Breivik (2005) sobre identidades sordas en No-
ruega es de los pocos que recoge algunas de las preocupaciones que acabo de plan-
tear, es decir, situaciones en las que el uso de la voz entra en conflicto. Sin embargo,
su tratamiento se encuentra disperso a lo largo de las distintas narraciones de corte
biográfico que recupera. Esto significa que, al abordar distintas biografías de per-
sonas sordas, una por una, el tema sale a la luz sin que sea directamente un objeto
de estudio. Tucker (1998) y De Clerck (2010a) por su parte, también dan cuenta de
algunas vicisitudes ancladas al uso de la voz, aunque tampoco es asunto central de
sus indagaciones. A lo largo de este apartado recurriré a sus trabajos con la finalidad
de iluminar o retroalimentar determinados pasajes etnográficos.
El uso de la voz entre sordos se ha alentado, pero en detrimentos de las se-
ñas. Jorge, profesor del Centro Clotet, recuerda las antañas políticas del IMAL: «no
permitían la lengua de señas, ¿por qué?, por la teoría de que si tenías un poquito de
restos auditivos los ibas a perder y que, si hablabas un poquito y utilizabas las señas,
ibas a perder la voz... mitos». 224 Enseguida, Jorge añadió que a menudo se confundía
la voz con la inteligencia, pero «la inteligencia no es la voz, no es el sonido», conclu-
yó. Mariel, de hecho, fue objeto de estas ideas:
A mis papás no les gustaba, no querían que yo aprendiera (señas). Antes pensaban que iba a
perder mi oralidad por convivir con personas sordas, pero eso me ayudó para poderme manejar
dentro del Metro, poder leer mapa y mis papás se dieron cuenta de que yo tenía experiencia por
haber convivido con mis amigos sordos (Mariel, participante de las actividades de IncluSor).
No precisamente con oralización y español escrito, Mariel declara haber
aprendido aspectos esenciales para el desarrollo de la autonomía y la movilidad.
224 Breivik (2005) expone el caso de una persona que comentaba tener miedo de que su voz se «destruyera» a causa de
poner en práctica las señas. Por esta razón decidía «hablar» (con la voz) y hacer señas. No obstante, como se verá más
adelante, esta práctica comunicativa dual es susceptible de generar molestias entre algunos sordos.
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