Page 74 - Panorama general de los linchamientos en Puebla_online
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Pero  en las  condiciones de la realidad  histórica donde las  inequidades  y
        los  ejes  de  dominio  se  cruzan  palpablemente, donde  las  violencias estructurales  y
        de larga data producen  daños sociohistóricos,  tensan aún más las condiciones
        de violencia en las cuales se presentan. En los distintos esfuerzos estatales y cívicos
        ¿existe una transformación histórica consistente o es una reiteración y continuidad
        de las violencias institucionales? Ante  los agravios históricos y sociales ¿existe una
        transformación?  Parece  que la transformación  se obstaculiza por  la ausencia de
        perdón  y de  olvido, es decir,  por  las exigencias constantes  de  justicia y memoria
        de aquellos quienes han experimentado  la violencia política de un estado omiso,
        indiferente y canalla.

               Donde  las hegemonías políticas y económicas  continúan  estableciendo
        su  dominio  y  sus  dinámicas establecen  condiciones  de  negación  de  la alteridad.
        El desmantelamiento  de las insignias y efectos  del poder  se realiza a partir del
        atravesamiento de experiencias que desgarran  tanto  la subjetividad  como  los
        vínculos comunitarios. No es un principio de insuficiencia, sino la diferencia que surge
        de  una  sustracción  material en  la realidad histórica  cuya  negatividad dialéctica
        no adviene en reconciliación posible. El daño, la subordinación de la desgracia
        a  un  momento  de  la  trayectoria  de  vida,  orientado  por  una  finalidad  o  sentido
        específico, ha convertido al futuro en un cementerio maldito. La huella que aporta
        a la experiencia esta perspectiva no se encuentra en el saber, sino en la ostentación
        de la contingencia radical, la improbabilidad de un sentido seguro, estable. En este
        sentido, las experiencias en la realidad histórica cuentan con una complejidad que
        ofrece el desbordamiento y saturación de sentido que provoca un desgarramiento
        gubernamental. Una suerte de soberanía heterogénea, abierta, desgarrada, rota.


               La variable de la fragilidad, de la inestabilidad y precariedad amenaza las
        coordenadas propias del poder; este las repudia porque las limitaciones no pueden ser
        comunes, pero sí diluye la singularidad en la que se encarna la opresión. El poder forja
        proyectos del olvido, parece establecer objetivos donde las víctimas y sobrevivientes
        de la violencia se disuelvan, desmontar la memoria, eficientar los procesos amnésicos
        donde los cuerpos y las trayectorias de vida se queden sin rostro y sin voz. Ante estas
        tácticas, las violencias que colapsan sobre sí mismas obliterando el mundo hasta que
        los nombres pierdan su referencia. Esa posibilidad cada vez más efectiva convoca
        a tejer con hilos rotos. Aunque las violencias busquen el olvido, las resonancias del
        mundo, de las palabras  y los sonidos, los rostros de quien estuvo compartiendo el
        mismo aire, emerjan socialmente.
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