Page 76 - Panorama general de los linchamientos en Puebla_online
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Ante ello, el testimonio de una palabra adviene con la fuerza de la
desapropiación, de la cancelación, del daño y el perjuicio encarnado. Pero también
con la fuerza de un mecanismo político que se mueve entre un dispositivo colectivo
de enunciación. En este sentido, los sobrevivientes forjan una minoría anómala,
insignificante, que muestran una palabra en fuga, una mirada furtiva y un deseo
proscrito que dinamiza el sentido de las cosas, del mundo y de las relaciones.
Impactados por una pérdida mayor, las transformaciones menores ponen en
suspenso la arquitectura de los sistemas y la hegemonía del poder. Entre palabras y
silencios se gestan elementos peculiares que desmantelan los estatutos y las maquinarias
del poder. En quien la violencia le quitó todo y los dejó sin nada, se abre un campo de
reapropiación de sentido de todo lo que les fue privado. Desde esos lugares los relatos
son afectivos, se rechazan las relaciones instrumentales, y se traicionan los imperativos
del éxito y la felicidad compulsiva. Se derrumba un modo de pensar hegemónico para
provocarle un trauma afectivo al poder disciplinante, violento y cruel.
La transformación menor se filtra como la hierba en una urbe, aparece tímida,
nerviosa, asediada y, desde ahí, insiste en su apuesta por la vida, por el cuidado,
por habitar expuesta en un mundo donde lo peor es posible y, aun así, encarnar
la palabra, el despropósito de tender la mano sin deuda y albergar en medio del
sistema nervioso de los afectos. La lectura de los hechos ocurridos el 14 de septiembre
de 1968 en San Miguel Canoa, es un pliegue de la historia para pensar la compasión
y la catástrofe.
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