Page 138 - Panorama general de los linchamientos en Puebla_online
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García, como una expresión de la violencia colectiva “que se despliega en contextos
de miedo, inseguridad y relaciones cotidianas de hostilidad”, que suponen la presen
cia “de relaciones sociales que desde la cotidianidad le otorgan sentido y sostén al
ejercicio de esta violencia entre la población” (2022: 98 y 102). De este modo, a través
del linchamiento no solo se castiga al infractor presente, también a la pretérita impu
nidad; también funge como amenaza para un infractor futuro. El sujeto se desvane
ce. Ya no es un agresor, representa el agravio en sí mismo; ya no es un delincuente, es
el delito encarnado; se convierte en la abstracción del crimen, del mal, del enemigo
común que ha de ser erradicado. Es una inmolación.
Es importante notar que este fenómeno se ve potenciado por las particula
ridades actuales relacionadas con la disposición de un utillaje técnico no existente
en otros momentos históricos, lo cual hace decir a Pérez García que “el miedo se ha
convertido en una constante social que, ampliada a través de los medios de comuni
cación, constituye una experiencia cotidiana, intensa y cuanto más paralizante que
otras épocas; (…) los temores no sólo se han convertido en una manera de hablar
sobre el mundo, sino también de actuar sobre el mismo” (2022: 104).
El acto de linchar, por tanto, es mucho más que la agresión directa hacia una
o varias personas por parte de una multitud; el acto visible, a pesar de su gravedad
y sus funestas consecuencias sobre quienes recae el acto, solo es la expresión de los
múltiples elementos que contiene y que se concatenan en la concepción de multitud
y en cuyo concepto quedan veladas el cúmulo de interacciones y subjetividades
que contiene y que se extienden expansivamente a todos los elementos de la socie
dad en distintos grados, de acuerdo con la ideología, creencias, supuestos, premisas,
formas de concebir el mundo, etc., y los modos en que colectivamente se interpretan
conceptos como la justicia, la legalidad, la impunidad, el crimen o el castigo, y cuyas
percepciones están permeadas por constructos socioculturales específicos que ata
ñen, no solo a los actores directos involucrados en un linchamiento, sino a la sociedad
en general. Así, como establece Leandro A. Gamallo, las condiciones de violencia e
inseguridad estarían generando una crisis de valores, una anomia social frente a la
cual los linchamientos se presentan como un intento por solucionar ese desarreglo
definido por la inoperancia de autoridades que tienen el deber de resolver conflictos
sociales y es, al mismo tiempo, un intento de restituir el orden quebrantado por la ile
galidad que originó el agravio (2012: 40).
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