Page 142 - Panorama general de los linchamientos en Puebla_online
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C. LAS MOTIVACIONES Y SUS FORMAS DE REPRESENTACIÓN

               En México, la percepción de falta de seguridad, impunidad y desconfianza
        en las autoridades es bastante elevada. Según datos de INEGI, la percepción de
        inseguridad por parte de la población es mayor al 60%; en el primer trimestre de 2018
        alcanzó su punto más elevado al situarse en un 76.8% (INEGI, 2022). A su vez, esta
        percepción se complementa con la poca confianza que se tiene de las autoridades
        para realizar acciones efectivas que reduzcan  la violencia, así como  una opinión
        muy extendida acerca de que se ejercen nulas o muy ineficientes acciones penales
        sobre los delincuentes o que los actos de corrupción al interior de las instituciones
        incrementan la impunidad.

               Por su parte, instituciones gubernamentales y sociedad civil han generado
        múltiples  mecanismos para reducir la inseguridad del país  y su consecuente
        percepción. A nivel nacional se instauró el número de teléfono 911 para cualquier
        emergencia; en 2021, este número recibió más de 60 millones de llamadas, de las
        cuales, poco más de 9 millones consistieron en temas referentes a seguridad (CNI).

               A su vez, el Programa “Vecino Vigilante” es un proyecto ciudadano que tiene
        como finalidad la participación de todos los miembros en la vigilancia del espacio
        comunitario. “Vecino vigilante combate el aislamiento que el crimen crea y del cual
        se alimenta.  Forja  vínculos entre  los residentes  del área,  ayuda a reducir  los robos
        y asaltos, y mejora  las relaciones entre  la policía y las comunidades que sirven”
        (Solidaridad Nacional, 2022). Entre las acciones que se promueven están: reuniones
        comunitarias, patrulla ciudadana o comunitaria, comunicaciones, entre otras.


               Todo ello parece mostrar un rostro más amable pero también asentado en una
        suerte de cultura de la suspicacia y la incertidumbre, como se observa en la instalación
        de alarmas vecinales, sistemas de videovigilancia, protectores en ventanas, chapas
        especiales de seguridad, protocolos de entrada y salida de fraccionamientos, complejos
        residenciales horizontales, etcétera, todo lo cual expresa una implementación del terror
        en la ciudadanía que genera nuevas significaciones sociales que apuntan a la forma
        como la población experimenta el crimen en lo cotidiano. Resulta interesante que ello
        define, tanto una socialización sobre cómo hacer frente a la inseguridad y la violencia,
        como las maneras en que los individuos se deben relacionar entre ellos mismos y con
        las personas desconocidas (Pérez, 2022: 103).


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